Robots Chinos Que Pueden Ser Monjes O Camareros
Centros manufactureros como el
delta del Río de la Perla apuestan por la inteligencia artificial para afrontar
el cambio de modelo económico
En las afueras de Pekín, los fieles
acuden al apartado templo de Longquan, de 500 años de antigüedad, para meditar
y solicitar el consejo de los monjes que lo habitan. De los monjes o del
pequeño Xian’ er, el robot budista.
En el templo desde el pasado
octubre, el robot, diseñado con la apariencia de un Charlie Brown de apenas
medio metro y hábito budista, armado de una tableta electrónica, está preparado
para recitar mantras y contestar en directo una veintena de preguntas sobre la
religión; y a través de su cuenta en las redes sociales chinas, muchas más y de
cualquier tipo.
Xian´er es una creación del maestro
caricaturista Xianfan y fruto de una colaboración entre una empresa fabricante
de robots y varios expertos de prestigiosas universidades. “No buscamos el
éxito comercial”, ha asegurado su diseñador. “Queremos divulgar la doctrina
budista de manera moderna”.
A comienzos de este mes, Pekín ha
lanzado un plan de acción para promocionar esta industria, que considera
estratégica
El pequeño monje robot no se
prodiga ante los fieles. Quienes preguntan por él suelen obtener por respuesta
que está “cargando las pilas”. Pero sus fabricantes preparan una nueva versión
que, aseguran, será más versátil y contará con otras funciones.
Xian’er es una de las caras más
llamativas de un sector, el de la robótica y la inteligencia artificial, por el
que el Gobierno chino ha decidido apostar fuerte en su cambio de modelo
económico, menos basado en las exportaciones a mansalva y más en la innovación.
A comienzos de este mes, Pekín ha lanzado un plan de acción para promocionar
esta industria, que considera estratégica. Este martes, el presidente chino, Xi
Jinping, reiteraba desde una fábrica de robots en Hefei (este de China) el
llamamiento oficial a “depender de la innovación para impulsar las manufacturas
de mayor valor añadido”.
Provincias como Cantón, donde se
encuentra el delta del río de la Perla, el gran centro manufacturero de China
-y por ende, del mundo- se habían sumado ya con entusiasmo a la idea. Desde el
año pasado ha puesto en marcha un plan de casi 150.000 millones de euros en
tres años para incentivar que cerca de 2.000 empresas adquieran robots, y para
estimular la fabricación en su territorio de estas máquinas. Su ambicioso
objetivo es que para 2020 el 80% de la producción manufacturera esté en manos
de robots industriales.
En La
Cadena De Producción
No le queda otro remedio. Desde
comienzos de siglo, los sueldos de los trabajadores de las fábricas chinas ha
crecido un 12% anual, y otros centros de producción en el sureste asiático,
como Vietnam o Camboya, son ya más atractivos para la fabricación barata. En el
delta empieza a escasear la mano de obra. Robotizar las cadenas de producción
permite cubrir la falta de personal y reducir costes. Y el desarrollo de una
industria propia no solo puede servir para transformar el área en un centro de
alta tecnología que genere productos de alto valor añadido, precisamente el
modelo que Pekín quiere implantar en la próxima década. Es también
imprescindible para no quedarse atrás frente a competidores como Alemania o
Japón.
El potencial es enorme: en 2013
China se convirtió en el principal
mercado del mundo de robots, con una cuota cercana al 25% global. Su
proporción de “jiqiren” (literalmente, “humanos mecánicos”) en las fábricas es
aún ínfimo en comparación con los países punteros: si en Corea del Sur hay 478
por cada 100.000 trabajadores, y en Alemania 292, en China solo llegan a 36.
Ello suscita el interrogante de qué
pasará con la fuerza laboral que trabaja en esas fábricas, en torno a 100
millones de personas. Cantón es ya una de las provincias con mayor incidencia
de huelgas y protestas laborales: de las 886 incidencias en el sector
manufacturero de las que tuvo noticia la ONG hongkonesa China Labour Bulletin
en 2015, 267 ocurrieron allí.
Las autoridades replican que cada
robot que se instala ayuda a generar puestos de trabajo en otras áreas. Según
el alcalde de la ciudad de Huizhou, Mai Jiaomeng, en cuya localidad tienen su
sede compañías como la fabricante de pantallas TLC, es importante ofrecer
formación a los trabajadores reemplazados. “Podrán encontrar trabajo en otras
empresas, o incluso crear sus propios negocios, lo que tendrá un impacto
positivo en el nivel de empleo”, indicaba en una rueda de prensa durante un
viaje para la prensa organizado por las autoridades provinciales.
El impulso oficial ha dado como
resultado, por el momento, que las compañías fabricantes se han multiplicado.
Según los cálculos del sector, se encuentran afincadas en el triángulo
Cantón-Shenzhen-Foshan unas 700 empresas especializadas, casi el doble que el
año pasado.
Según la Federación Internacional de Robótica, el año
pasado se vendieron en China unos 66.000 robots, un 16% más que el año pasado.
A su vez, en 2014 el salto había sido del 56 %.
Pero pese a todas las medidas de
estímulo, el ritmo más lento de la economía ha echado también para atrás a la
hora de invertir en robots a las empresas manufactureras. Aunque el crecimiento
de las compras el año pasado fue del 16%, la cifra fue decepcionante: los
analistas habían anticipado una subida del 30%. La fabricante de robots de uso
logístico Jaten, que había esperado doblar sus ingresos el año pasado con
respecto a los 70 millones de yuanes que obtuvo en 2014, reconoce que el
resultado final fue de unos 90 millones.
Y muchas de las compañías del
sector dependen de los subsidios oficiales para sobrevivir. La tecnología de
muchas de ellas está aún muy por detrás de lo
que se produce en otros países avanzados, y en muchas ocasiones depende de
la importación de componentes clave. El director de la Comisión de Economía e
Información de Cantón, Lai Tiansheng, reconocía a principios de este año que el
retraso tecnológico es aún el principal problema, “especialmente las
tecnologías de fabricación del núcleo de los robots”.
Pero la manufactura en los sectores
en los que se ha especializado Cantón no siempre es fácil de robotizar. Incluye
demasiadas variables, y los robots son aún demasiado rígidos a la hora de
cumplir tareas. Requieren una programación muy exacta y no corrigen errores.
Li Zhilin, propietario de la firma
de porcelana GANI, en Foshan, reconoce que su compañía “está más mecanizada que
antes” pero aún depende de sus trabajadores humanos, cerca de 1.100, de los que
130 se ocupan de I+D.
Porque para tareas que requieran
destreza, improvisación o mero sentido común el ser humano es aún
irreemplazable. O si no, que se lo digan al restaurante Heweilai en Cantón, que
acaba de despedir a los robots
que tenía como camareros. No podían tomar nota ni servir la sopa, chocaban
con los clientes y derramaban el contenido de sus bandejas. Y ni siquiera
salían baratos en mantenimiento: según el diario Workers Daily, sus compañeros
humanos denuncian que se estropeaban con frecuencia.
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